1 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 017 Kurtis Blow

Vivíamos en una confortable nube de holgadez económica. La habíamos pasado mal antes, cuando papá trabajaba de día en un lado y de noche en el otro; y la pasaríamos bastante mal después, separados por el divorcio, acuartelados por la crisis económica y rematados por la hiperinflación. Pero hubo once años de bonanza entre una pobreza y la otra, que por infinitas razones son inolvidables.

En la primavera de 1980 mamá y papá viajaron a Miami. Atravesábamos a a velocidad crucero la época de la plata dulce y a papá le iba particularmente bien; tan bien que nos trajeron una cantidad rimbombante de regalos tan carísimos como espectaculares. En cierta forma nos volvimos malcriados, tanto así que nos llevó muchos años poder volver a disfrutar de la plácida delicadeza de una bufanda, ó de la poco pretenciosa suavidad de un pañuelo; ó aún de forma más austera, de la callada presencia del otro...

Al día siguiente, cuando reaparecimos por la escuela, parecíamos marcianos con zapatillas raras de marcas que no había en Argentina, ropa de colores que jamás habíamos visto en una tela, útiles de colegio con olor a importado… pero lo mejor de todo eran los walkman Sony TPS–L2 que ocluyeron todos los otros regalos y que causaron sensación y algarabía entre nuestros compañeros. Ahora lo pienso y me da un poco de vergüenza, porque éramos solapadamente fanfarrones. Atrás de nuestra estudiada generosidad había un deseo concreto de mostrarnos a través de esos objetos –para nuestra defensa– como haría cualquier onceañero en su sano juicio.

Papá tenía discos de los Beatles, de Bob Dylan, pero a nosotros esa música de viejos no nos gustaba y como éramos jóvenes y malcriados, nos autorizaron presupuesto mensual para la compra de música personal. Yo babeaba a por el casette de Air Supply que acababa de salir, y se lo encargué a Ale que era más grande e iba a ir al centro; pero él no estaba para nada interesado en esa música ñoña de hermanita menor, y con la desfachatada excusa de “no quedaba ninguno” me compró lo que a él se le cantó...



En mis recuerdos Kurtis Blow huele a jazmines y a Hawian Tropic; suena con el ruido de zambullida en la pileta, a risas de amigos y a silbato del heladero atravesando un mar de chicharras acaloradas y quejumbrosas. Y sabe a Nesquik con vainillas, o a Cocacola fría con tortilla de papas, o a jugo de naranjas exprimidas con yogurt líquido de Las Tres Niñas.


Sabe, suena y huele a verano de 1981.


Previously in VideoViernes: La Siniestra Quinteto Tango, Comme il fault

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Acabo de comprobar que Kurtis Blow no me va nada, pero definitivamente sí tus evocaciones. Buen regreso a Madrid.

Anónimo dijo...

uffff!
radio del plata a full, sábados a la tarde, tapando con cinta scotch el agujerito de algún cassette para hacerlo grabable, y actualizar el ranking semanal. De eso a los 9 años al soulseek de los treintipico... lo que es el progreso (jajaja)

doralula dijo...

mortal!!!!

Anónimo dijo...

Break it up, break it up, break it up...!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Buenísimo este mix de Flashback y VideoViernes! Tu descripción transporta :)
Enjoy Montreal and the last days...

Anónimo dijo...

Hoy en día también se pueden realizar cruceros desde Buenos Aires ya que hay muchas opciones económicas. Yo conozco una empresa llamada Scotland Travel y consigo muy buenos precios!
Saludos