Hay algún momento en la vida en el que C.C. sueña con ser princesa. No puede asegurar cuándo pero asume que es a los 7 años, al mismo tiempo que padece una descontrolada pasión por la brillantina dorada y que descubre en la mochila de una compañera las delicias del color fucsia. Es un recuerdo borroso –quizás ni siquiera propio– alterado por otros recuerdos posteriores.
En otro momento C.C. duda, aunque no lo suficiente.
Vive en una casa común de un barrio suburbano cualquiera, va al mismo colegio que la mayoría, y en su casa las compras se hacen en el supermercado al que van todos. Vive en un tranquilo mar de rutina, alterado por algunos sábados de picnic en otro barrio quizás más verde, con otras caras que intuye, no sin cierto temor, iguales.
En un rincón aislado de su alma se gesta el presentimiento terrible de que para la gente como ella la igualdad no sólo existe, sino que es irreversible. Con el paso del tiempo, se convierte en pensamiento trunco que aunque no sabe ser expresado, existe. Todos los demás pedazos de incertidumbre, apoyados en complicado equilibrio sobre una premisa a priori devastadora.
Ya en la veintena sus sospechas son tan tangibles como su gato, pero a diferencia de a su gato C.C nunca las mira de frente ni las alimenta. De sólo pensarlo le sube un miedo incontrolable por la espina dorsal, parecido al que tendría si entrara sola en un lago oscuro durante una noche sin luna.
They offered me the office, offered me the shop
They said I better take anything they got
Do you wanna make tea at the BBC?
Do you wanna be, do really wanna be a cop?
En distintos momentos sueña con ser azafata, abogada, peluquera, modelo, pero sin mayores concreciones que cuando soñaba con ser princesa.
La fuerza natural de la inercia le consigue un trabajo, la extravagancia de la indecisión la convierte en dependienta en una galería frecuentada por jóvenes urbanitos, y la ilógica del azar la acerca a la estética del punk. Ella desconoce muchas cosas, pero sabe distinguir las igualdades de lo diferente, y concecuentemente cambia su apariencia. Casi sin advertirlo redibuja su historia, maquilla sus gustos, enrarece su peinado, abandona su perfume... Su vida parece más excitante, parece otra.
Con pedazos desperdigados de otras personalidades, reconstruye la propia y agazapada en su guarida contestataria se relaja en el falso alivio de quien se cree a salvo de lo ordinario. Y para celebrarlo aprende fonéticamente el inglés desforme de las letras de algunas canciones, y con la pericia que en un loro resultaría admirable, ya nunca deja de cantarlas...
8 de agosto de 2008
Veni, vidi, video # 018 The Clash
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VideoViernes
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4 comentarios:
son las 7.37 am, por supuesto me dormi a las 3, y tomo una chocolatada mientras miro videoviernes. nada mejor que empezar el dia con los clash!
Uff, nosotros estamos en un "Second Cup", una cafetería tipo Starbucks aprovechando el WiFi. Ya dejamos el hotel pero nuestro avion sale a las 23:40, así que tenemos todo el día por delante.
Odio postear dos cosas el mismo día, no me preguntes por qué porque no se, pero creo que voy a entretenerme un poco y subir algo, por ahí algo con fotos?
Y detesto el último día de vacaciones. Ahh, eso, voy a ventilar un poco en contra del último día de vacas...
Hola, como siempre, bien escrito. Así que están aburridos esperando el vuelo? Son situaciones plomazas, y también detesto el último día de vacaciones. Y ni hablar vaciar la valija, lavar y guardar todo, un horror. Debería haber robots para eso (así como para levantar la mesa después de la cena).
Justo esta semana estuve revisitando Sandinista!
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