29 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 021 Tita Merello

Yo le dije […], y él me respondió […]; entonces yo le dije […], y el muy maleducado me confesó que […]. Imagínate que yo no salía de mi asombro, no pude contenerme y le eché en cara su […]. Sé que estuve brusca, pero no tanto como para dejarlo con esa cara...

Se puso pálido, con la mirada ausente, perdida en un punto fijo del fondo del salón; si no hubiese estado de pie, tan vertical, yo habría jurado que estaba muerto. Me di vuelta para ver que era lo que le llamaba tan escandalosamente la atención, y la vi parada ahí, la muy zorra, saludando con las puntas de los dedos y desparramando su sonrisa de fulana por toda la habitación. Con un vestido de poliéster y tul amarillo casi tan ordinario como ella.

Por dentro me moría; pero le devolví el saludo con su gesto espejado, sí es que es posible repetir tanta vulgaridad. Te prometo que si en el momento sentí algo ¡y sí que lo sentí! ella no pudo haberlo leído. Soy una actriz de categoría, no como ella cuya actuación más notable fue cuando hizo de mucama en una obra barata en la Sociedad de Fomento de Aldo Bonzi–, y además porque es una imbécil.

De cualquier forma me hizo un favor, porque llevarse a semejante pavote… ¡mirá que hay que ser tarada! Y que conste que sólo te lo digo a vos que sos mi amiga, porque sabés que yo soy una Señora, y que está muy lejos de mi nivel el ir por ahí criticando y dejando mal a los demás.



Previously in Video Viernes: Amy Macdonald, This is the Life

26 de agosto de 2008

And here come the cutsies

New dogs in the block, this time Westfalia's ones, in Germany.  I saw the best dog I've ever seen, the first one into this pics. He had the cutest face in earth, and was very sweet. But his hair...  An honest, authentic, beautiful mutt.










Previously in Wide World Perros: All those beautiful dogs

23 de agosto de 2008

Friends with you














Mini list of last weekend activities:
Strolling around
Playing in the woods with friends
Stalking the deers in the forest
A birthday with many cakes
Capturing friends into my digital pockets
Party under the trees with barbecue and eclipse included
Chick flick movie night with Currywurst
Very intreseting shopping
Speeding in the Autoban
A lot of great people

Fun fun fun...

22 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 020 Amy McDonald

One hundred miles per hour over the Autoban's slow lane, and the neat industrial horizon mixed with the most beautiful trees I've ever seen, is a great scenario for any kind of music. Whatever dropped at that particular time capsule could potentially become into precious memories, specially if you are like me, and if you happen to be riding with your girlfriends at the almost end of some fantastic girls-weekend.

And you're singing the songs
Thinking this is the life


Your inner cynic critic is on fire, – claiming Kraftwerk would be a much better choice for the whole memory– but it's inner chick who wins the match after-all.

And druged by victory's sugar-high, the unbearable happiness that pops up when you discover a very new favorite song starts showing up, and lets you out of words pronouncing a stupid “yaaayyyyy”. You know you just have to leave it alone for a while, to settle down in your system, and after that it will be yours forever. Every freaking time you wish so, it will bring back the moment, the friends, their laughter, the youth, the smell, the happy nonchalance of free time spent in another city, in another country, the bright colors of the Westfalia's summer light, and whatever is in your wishes while you press the “play” button.




Previously in VideoViernes: Nina, 99 Luftballons.

16 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 019 Nina

Recuerdos desde Duelmen, Westfalia, Alemania...




9 de agosto de 2008

Back home

Llegamos a casa. El vuelo duró 6 horas contra las 8 de la ida.
Un dato apasionante... los dejo pensando en ello mientras me voy a desempacar/lavar/bañar/dormir/etc.

8 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 018 The Clash

Hay algún momento en la vida en el que C.C. sueña con ser princesa. No puede asegurar cuándo pero asume que es a los 7 años, al mismo tiempo que padece una descontrolada pasión por la brillantina dorada y que descubre en la mochila de una compañera las delicias del color fucsia. Es un recuerdo borroso –quizás ni siquiera propio– alterado por otros recuerdos posteriores.

En otro momento C.C. duda, aunque no lo suficiente.

Vive en una casa común de un barrio suburbano cualquiera, va al mismo colegio que la mayoría, y en su casa las compras se hacen en el supermercado al que van todos. Vive en un tranquilo mar de rutina, alterado por algunos sábados de picnic en otro barrio quizás más verde, con otras caras que intuye, no sin cierto temor, iguales.



En un rincón aislado de su alma se gesta el presentimiento terrible de que para la gente como ella la igualdad no sólo existe, sino que es irreversible. Con el paso del tiempo, se convierte en pensamiento trunco que aunque no sabe ser expresado, existe. Todos los demás pedazos de incertidumbre, apoyados en complicado equilibrio sobre una premisa a priori devastadora.

Ya en la veintena sus sospechas son tan tangibles como su gato, pero a diferencia de a su gato C.C nunca las mira de frente ni las alimenta. De sólo pensarlo le sube un miedo incontrolable por la espina dorsal, parecido al que tendría si entrara sola en un lago oscuro durante una noche sin luna.


They offered me the office, offered me the shop
They said I better take anything they got
Do you wanna make tea at the BBC?
Do you wanna be, do really wanna be a cop?


En distintos momentos sueña con ser azafata, abogada, peluquera, modelo, pero sin mayores concreciones que cuando soñaba con ser princesa. 

La fuerza natural de la inercia le consigue un trabajo, la extravagancia de la indecisión la convierte en dependienta en una galería frecuentada por jóvenes urbanitos, y la ilógica del azar la acerca a la estética del punk. Ella desconoce muchas cosas, pero sabe distinguir las igualdades de lo diferente, y concecuentemente cambia su apariencia. Casi sin advertirlo redibuja su historia, maquilla sus gustos, enrarece su peinado, abandona su perfume... Su vida parece más excitante, parece otra. 

Con pedazos desperdigados de otras personalidades, reconstruye la propia y agazapada en su guarida contestataria se relaja en el falso alivio de quien se cree a salvo de lo ordinario. Y para celebrarlo aprende fonéticamente el inglés desforme de las letras de algunas canciones, y con la pericia que en un loro resultaría admirable, ya nunca deja de cantarlas...

5 de agosto de 2008

Zoobedience...

If you happen to go, don't you dare to wear something else at the risk some grizzlies will hunt you down... 



1 de agosto de 2008

Veni, vidi, video # 017 Kurtis Blow

Vivíamos en una confortable nube de holgadez económica. La habíamos pasado mal antes, cuando papá trabajaba de día en un lado y de noche en el otro; y la pasaríamos bastante mal después, separados por el divorcio, acuartelados por la crisis económica y rematados por la hiperinflación. Pero hubo once años de bonanza entre una pobreza y la otra, que por infinitas razones son inolvidables.

En la primavera de 1980 mamá y papá viajaron a Miami. Atravesábamos a a velocidad crucero la época de la plata dulce y a papá le iba particularmente bien; tan bien que nos trajeron una cantidad rimbombante de regalos tan carísimos como espectaculares. En cierta forma nos volvimos malcriados, tanto así que nos llevó muchos años poder volver a disfrutar de la plácida delicadeza de una bufanda, ó de la poco pretenciosa suavidad de un pañuelo; ó aún de forma más austera, de la callada presencia del otro...

Al día siguiente, cuando reaparecimos por la escuela, parecíamos marcianos con zapatillas raras de marcas que no había en Argentina, ropa de colores que jamás habíamos visto en una tela, útiles de colegio con olor a importado… pero lo mejor de todo eran los walkman Sony TPS–L2 que ocluyeron todos los otros regalos y que causaron sensación y algarabía entre nuestros compañeros. Ahora lo pienso y me da un poco de vergüenza, porque éramos solapadamente fanfarrones. Atrás de nuestra estudiada generosidad había un deseo concreto de mostrarnos a través de esos objetos –para nuestra defensa– como haría cualquier onceañero en su sano juicio.

Papá tenía discos de los Beatles, de Bob Dylan, pero a nosotros esa música de viejos no nos gustaba y como éramos jóvenes y malcriados, nos autorizaron presupuesto mensual para la compra de música personal. Yo babeaba a por el casette de Air Supply que acababa de salir, y se lo encargué a Ale que era más grande e iba a ir al centro; pero él no estaba para nada interesado en esa música ñoña de hermanita menor, y con la desfachatada excusa de “no quedaba ninguno” me compró lo que a él se le cantó...



En mis recuerdos Kurtis Blow huele a jazmines y a Hawian Tropic; suena con el ruido de zambullida en la pileta, a risas de amigos y a silbato del heladero atravesando un mar de chicharras acaloradas y quejumbrosas. Y sabe a Nesquik con vainillas, o a Cocacola fría con tortilla de papas, o a jugo de naranjas exprimidas con yogurt líquido de Las Tres Niñas.


Sabe, suena y huele a verano de 1981.


Previously in VideoViernes: La Siniestra Quinteto Tango, Comme il fault