25 de febrero de 2008

No Land For Indecise Man

Carmenland sabe que cambia de dueños, sabe que le espera cirugía total. Y se prepara a su modo. Ya no se defiende de la mancha de humedad del techo del living porque sabe que la caballería esta al llegar. Ya no se preocupa por mantener los últimos tomacorrientes en su sitio, porque sabe que se los van a cambiar. Como cambiarán los caños, y el tejado, y probablemente todo.

Y nosotros también nos preparamos. Ayer Ale y yo vimos salir por la puerta saludando con la manito ahuecada estilo princesa, a la mayoría de los objetos que durante años se acumularon Argerich. Algunos comprados, otros recibidos en obsequio, heredados: todos, sin excepción, se fueron yendo.

Los preparativos duraron cuatro o cinco días. Al principio nos dió un poco de pena, sobre todo cuando estabamos acondicionándolos y acomodándolos en filas prolijas, embelleciéndolos como a niños huérfanos en día de visita de padres potenciales. Pero el día de la feria en sí, para nada. Bueno, un poco quizás en el momento de ponerles precio, porque yo temía un eventual rechazo... Que los miraran con desdén y que ellos se sintieran doblemente abandonados. Me daba pánico el regateo, sobre todo con gente querida.

Pero cuando empezaron a llegar, me fui sintiendo mejor. Nos hacía mucha ilusión desparramar las cosas entre amigos y familia. Pedacitos de pasado espolvoreados. Como cajas de sorpresa, huevitos kinder rellenos de recuerdos almacenados en las casas de la gente a la que queremos.

Promediada la tarde, evaporada la última décima de nostalgia, yo era una mercader fenicia, colmillos al viento, capa negra, diente de oro, loro al hombro, patea yunque, fiera liberada corriendo por el llano, vendedora de torres eifeles. Invadida por una ligereza inusual, vendía recuerdos sin ningún tapujo al más rápido y al más decidido, bajo el lema único: everything must go.

Y casi todo se fue.

Gracias Katia, María, Paula, Silvia por la ayuda que nos prestaron en la organización del evento. Y gracias a todos los que adoptaron nuestros objetos. Espero que los hagan tan felices como ellos nos hicieron a nosotros.

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